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La trilogía

No tiene nombre, pero, seguramente, no es necesario que lo tenga. La inspiración de Travis, sería una buena opción. Al menos a mí me vale para hilar aquello que une a los libros con la propia historia de Travis Coleman. Que una persona pierda su memoria no es lo habitual. Que lo haga por medios artificiales y ajenos a sí mismo, aunque con su aceptación, aún menos. Pero lo realmente extraño, es que sea capaz de tener la “inspiración” suficiente como para escribir y describir con precisión historias que nada tienen que ver con él, al menos en apariencia, ya que están datadas en el pasado lejano y en el futuro indeterminado.

Se convierte sin saberlo y sin quererlo, en cronista de un futuro donde la humanidad se enfrenta al rechazo y al vacío de la Tierra.

Es el relator del comienzo de la era científica, donde el mundo trata de ser explicado mediante reglas universales.

Y nos habla de un periodo de transición entre el misticismo medieval y la exploración del mundo, donde surgen guardianes del conocimiento pasado y, tal vez, futuro.

El conocimiento es el hilo conductor de la trilogía. ¿Nos dejaron nuestros antepasados, quienes fueran, claves para nuestro avance y para nuestro desarrollo? ¿Fueron ellos la fuente de inspiración que nos hizo evolucionar durante siglos y que aceleró nuestro saber?

El lector es el que debe decidir. Los libros de Travis ya están escritos.

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